Sí, sólo ha sido un intento, pero fallido.
Hace semanas que atesoraba en lo más profundo de mi congelador una serie de productos, supuestamente japoneses de un conocido supermercado asiático de Barcelona, tal anillo guarda Gollum.
Esperaba la ocasión de poderlos cocinar y preparar para unos parientes con la intención de instruirles en la cocina japonesa; para que este verano el olor a algas y el sabor a guasabi no les pille por sorpresa en tierras niponas.
Pues bien, creo que el efecto conseguido ha sido el contrario. Siguen deseando homenajearse con ese viajazo, pero lo de "comer bien" ya no lo tienen tan claro...
Dudan si allí las empanadillas de gamba también se pegan entre ellas, si los fideos se comen resecos tras 40 minutos esperando a la intemperie, si las bolas de surimi son tan artificiales, o si las brochetas de pollo con salsa yakitori son tan compactas.
De lo que sí quedaron satisfechos fue del edamame (judías verdes) y de los brioche de cerdo (ésto más bien era chino y sólo había que calentarlo al microondas...).
Y como una imagen vale más que mil palabras, yo no voy a ilustrar ninguno de mis desaciertos, porque como muy bien dijo mi querido primo... "mejor no saques ninguna foto, que esto quede entre nosotros!" xD.
Eso sí, lo que mereció la pena sin duda, la cerveza Sapporo de la que tanto disfrutamos hace un año.
Va por los 4 parientes + 2 babies que aguantaron la cena, aunque alguna acabase derrumbada en el sofá...
Sandra
1 comentarios:
Pues a mí me gusto! Bueno, quitando las bolitas de cangrejo esas... xD
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