Cuestión de paladar

 

Creo que puedo afirmarlo.

Creo que después de taitantos años, puedo decir que mi madre lo ha conseguido; YA me gustan las lentejas!xD.

Después de ver volar, literalmente, platos de Lens Culinaris por mi cocina, tomar cucharadas de esta legumbre realizando la maniobra de pinza sobre mis aletas nasales para no notar su sabor y elaborar un trabajo de investigación a lo Mercedes Milá para descubrir fallidos intentos de camuflaje de ingredientes, he llegado a la conclusión de que ya no están tan malas.

Es curioso observar como el sentido del gusto cambia con los años.

¿Alguien conoce algún niño al que le gusten (y no me refiero a comer obligado) las verduras? ¿Y alguna madre a la que no le gusten (bueno, padre a lo mejor hay alguno...)?

Un estudio presentado en el congreso de la Asociación Química Americana informa de la razón por la que a los niños no les gustan las verduras:

"es un mecanismo de defensa biológico que rechaza los alimentos con sabores amargos.

Por el contrario, lo dulce es visto por el cuerpo como sinónimo de placer y satisfacción, es por eso que de niños nos encantan las chucherías y decimos que no a las verduras, que nos saben amargas al paladar.

Según Julie Menella, la responsable del estudio, nuestro paladar tiene 27 receptores para los sabores amargos y solo 3 para lo dulce, desde los tiempos prehistóricos este inteligente mecanismo protegía a los seres humanos de consumir alimentos venenosos.

Sin embargo esta programación natural no sirve para justificar que los niños y adolescentes no coman verduras como acelga, pepino y alcachofas, que encabezan el ránking de las más negadas. Con el tiempo y el aprendizaje del paladar, bien pueden acostumbrarse a consumirlas, pero como todo es un proceso cuyo elemento fundamental está en comer estas verduras rechazadas de diferentes formas."

¿Y qué me decís de los vinos?

El primero que pruebas, que tampoco suele ser de los mejores debido a la edad y lugar de degustación (a los 14 en un parque de botellón o a los 8 en el pueblo, recién sacado de la barrica por un abuelete), sabe a rancio*!

Las siguientes catas ya van mejorando; primero rechazas el tinto y te quedas con el blanco o el turbio que son más suaves y parece que tienen más glamour.

Poco a poco empiezas a creer entender de nombres, lugares de origen y hasta de la uva de la que proceden. 

Vas yendo más allá y te atreves con los tintos, sin haber olvidado pasar antes por los rosados; la primera mueca no suele ser de exquisitez, pero medio segundo más tarde das otro sorbo y a la tercera le metes un buen trago!

Creyéndote casi un sommelier, te atreves a ir a cenas a casas amigas llevando contigo un buen vino y habiéndote aprendido antes, casi, el nombre del que pisó la uva. Y digo "buen vino" a todo aquél que sobrepase los 6 euros en la estantería del super, ya no hablo de ir a una bodega!

*¿Dónde está la papila gustativa para lo rancio?xD

Ya sabéis, cuando probéis algo dulce, con la puntita.

Sandra